Frente al agobio de fin de año
Ya entramos de lleno al período de fin de año, un tiempo lleno de celebraciones, eventos y cierres de procesos, que en vez de disfrutar y renovarnos, nos agobia y estresa. Así llegamos al 31 de diciembre muchas veces extenuados y aliviados de que todo haya pasado.
Este ciclo que se repite todos los años nos puede parecer inevitable, algo que hay que pasar no más. Pero en realidad cada uno es responsable de cómo quiere vivir y para hacerlo diferente se requiere una decisión personal de atreverse a experimentar la paradoja del autocuidado. Esta consiste en una ecuación difícil de creer, pero cuando la ponemos en práctica los resultados son un mayor bienestar personal y de quienes nos rodean: conciencia de los propios límites + prácticas para el autocuidado + tiempo para uno mismo= gozo, bienestar, salud, eficiencia.
No se trata de ponerse egoístas, sino de cuidarse para estar bien también para los demás, especialmente aquellos que más nos necesitan, probablemente la familia, los amigos, los compañeros de trabajo.
Todo comienza por tomarse un tiempo para definir prioridades. ¿Cómo quiero vivir este fin de año? ¿Quiero dedicarme de lleno al trabajo? ¿Quiero poder disfrutar de cada celebración? ¿Quiero aprovechar de tener momentos familiares significativos?
Al tener las prioridades claras es más fácil tomar decisiones que se ajusten a ellas. Por ejemplo, descartar eventos que no están relacionados con lo que quiero directamente. Tengo el show de fin de año en el colegio de mi hijo a las siete y el asado de oficina a las cinco. Ir a ambos eventos implica necesariamente que voy a llegar tarde al colegio. Hay que tomar decisiones, que no significa que sean fáciles. Por eso es importante mirar la agenda de aquí a fin de año y determinar cuáles eventos son crucciales para las prioridades definidas, los que nos gustaría ir pero son prescindibles y los que voy a desechar porque no ayudan al objetivo de eliminar el agobio y el estrés.
Al momento de incorporar un nuevo evento en la agenda considerar de forma realista los tiempos de traslado de un lugar a otro, a veces parece que creemos que tenemos la capapcidad de teletransportarnos y el andar corriendo y llegar atrasados es algo que nos estresa y cansa cuando se transforma en hábito.
Luego hay que hacer un listado de cosas pendientes y hacer tres grupos también, aquello que descartaré, aquello que puedo delegar y lo que si debo hacer por mí mismo, y a eso ponerle fecha y hora.
Una agenda llena de actividades requiere mucha energía y existen dos formas de obtenerla. Un camino puede ser vivir de energías de corto plazo, a punta de café, ansiolíticos, la adrenalina de hacer las cosas a último minuto, la adicción a las tecnologías, una mala alimentación, etc. pero que a la larga nos dejan más desgastados.
El otro camino es buscar fuentes de energía de largo plazo.
Cuidar el sueño es fundamental, hoy día sabemos que se necesitan al menos siete horas para que las células gliales realicen su labor de limpiar todas las toxinas que producen las neuronas durante el día. Si este proceso no se completa disminuye nuestra capapcidad de atención, se ve afectada la memoria e incluso el metabolismo.
Otra cosa que es muy fácil de hacer en cualquier momento es tomarse unos minutos para hacer ejercicios de respiración profunda, en un semáforo, antes de entrar a una reunión, antes de llegar a la casa, antes de dormir. También tomar mucha agua cuando se está trabajando. El agua ayuda a que las conexiones neuronales sean más rápidas y eficientes además de mantenernos hidratados en tiempos de mucho calor.
Agendar un tiempo de desconexión de la tecnología para el ocio y el silencio. Unos veinte minutos diarios o una hora semanal para alguna práctica espiritual, para pensar, para conectarse con las propias emociones o una pequeña siesta.
Si ya se practica algún tipo de ejercicio, no dejarlo por ningún motivo. Si hay ánimo para empezar algo de actividad física hacerlo como una cita ineludible.
Por último es importante incorporar como algo sagrado un espacio para alguna actividad que sea de disfrute. Puede ser estar con la familia, cocinar, ir al cine, hacerse las manos, jugar fútbol, pintar, escuchar música. Se sabe que estos momentos de alegría y placer, cuando están presentes en la cotidianidad nos ayudan a enfrentar con más motivación y optimismo las tareas que no son tan agradables y tenemos que hacer igual.
En resumen el autocuidado pasa por tener prioridades claras, cuidar el cuerpo, conectarse con uno mismo y las propias emociones y crear espacios de gozo y alegría.
No es fácil ponerse a uno mismo como prioridad, pero nadie más lo hará. Y si nosotros no estamos bien afectamos a todos los que nos rodean, dañando nuestras relaciones interpersonales, perdiendo foco y eficiencia en el trabajo y pasamos a ser víctimas de las circunstancias.
Este fin de año puede ser diferente con un poco de organización y sobretodo determinación para atreverse a vivir la paradoja del autocuidado.